No hubo nada que les ate, no hubo hilos, tiras, ni cadenas. No encontré rastro alguno de liga entre los caminantes. Todos estábamos enredados en la misma bruma. Todos caminantes hacia quién sabe dónde y aún así, no pude notar nada.
No pude ver la mirada de ella sobre su espalda. Ni ver cómo fruncía el ceño al notar la distancia. Ni entrever como mordía su labio, dudosa, algo nerviosa ante lo último dicho. No supe ver la mirada sobre el suelo del hombre, cómo cavilaba despacio las frases que quería decir. No supe de las manos dentro de los bolsillos que servían de excusa para concentrarse y seguir andando. No quise entender los pasos presurosos que ella dio para alcanzarlo. No quise comprender que ella se había quedado unos pasos atrás por la sorpresa, porque no lo esperaba. Porque la bruma la sorprendió tanto como lo que él dijo. Y el miedo, y la anticipación… No supe leer que él quería salir corriendo, o quería volver atrás y borrar con la bruma lo dicho. No pude ver la sonrisa que ella le compartió tras alcanzarlo.
Una, dos imágenes. Pasaron por mi lado, uno al lado del otro. Con cara incómoda. Una desconocida con una cámara. Una torpe desconocida curiosa. Pasaron, quizá musitaron algo pero yo no pude entender nada.
No pude entender nada de lo que ocurría. No vi nada.
Lo miré, insegura porque no entendí lo que pasó, ni lo que él me dijo después. Solo un momento que se había esfumado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario